jueves, 24 de enero de 2013

Mock On, Mock On, Voltaire, Rousseau


Mock on, mock on, Voltaire, Rousseau;
Mock on, mock on; 'tis all in vain!
You throw the sand against the wind,
And the wind blows it back again.
And every sand becomes a gem
Reflected in the beams divine;
Blown back they blind the mocking eye,
But still in Israel's paths they shine.

The Atoms of Democritus
And Newton's Particles of Light
Are sands upon the Red Sea shore,
Where Israel's tents do shine so bright. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Canción de un hombre


Para una joven…
Me pides versos y quiero,
sin pomerme ni quitarme,
para tu bien demostrarme
tal como soy, todo entero.
Pues conjeturo y espero
que la faz de Dios al ver,
comenzarás a romper
el camarín encantado
donde le tiene guardado
tu corazón de mujer.

1

Yo soy el negro pinar,
cuyo colosal ramaje,
cual un colosal cordaje
no cesa de resonar.
Soy el ponto, soy el mar
Solemne, augusto, perverso;
la cuerda, la rima, el verso,
la placa donde resuena
la profunda, la serena
rotación del Universo.

Yo soy la trágica flor
con cuya sutil esencia
corta y alarga la Ciencia
los dominios del dolor.
Yo soy Profeta Mayor,
augur, oráculo griego;
y abrazo y alumbro y ciego
con mi triunfal llamarada,
cual una zarza inflamada,
cual una inscripción de fuego.

Yo voy con el alma ufana
por más dolor que me oprima:
yo marcho por más que gima
toda mi miseria humana.
Yo siempre tuve por vana
la lengua de la opinión;
yo no indago la razón
del can ladrando a mi sombra:
yo me río y hago alfombra
de cualquier admiración.

Yo voy en recta fatal
hacia mi primer deseo;
yo no palo, yo no veo
los muros de lo real;
jamás la fiebre carnal
conturbó mi luz interna;
ni por feroz, ni por tierna,
la pasión me deja rastro...
¡yo gravito como un astro
dentro de la Paz Eterna!

Yo busco el Bien sin criterio
como se desliza un río;
y me retuerzo bravío
cual un ínfimo bacterio,
o reboto en el Misterio
cual un sistema solar...
¡Produciéndome al azar
de la súplica primera,
por más razonar que quiera
jamás podré razonar!

Yo consigo la Verdad,
sin compás, sin ley, a pulso:
yo procedo por impulso
de la Gran Fatalidad.
Yo a la vieja Humanidad
la conflicto, la desgarro:
con las llantas de mi carro
de surcos hondos la lleno,
cual si rodase sin freno
por una pampa de barro.

2

Y como el negro pinar
cuando se pone a gemir,
ni pretende seducir,
ni pretende amedrentar,
yo no intento gobernar
las riendas del corazón;
pero yo no sé qué don,
qué providencia, qué ley
me habrán consagrado rey
del Reino de la Emoción.

Por mí tal vez retrocedan
los tiempos meditabundos,
como abren plaza los mundos
para que los mundos rueden,
como se licúan y ceden
los hielos bajo el calor,
como bregan sin rumor
las fuerzas universales,
porque rían los rosales
con los labios en flor.

Por no sé qué maldición
yo nací con una estrella,
como nacieron con ella
Moisés, Jesús y Nerón.
Para mi modelación
tuvo Dios un ideal;
pues me consumó cabal,
ras a ras de mi destino,
cual pudiera un asesino
labrar su propio puñal.

Yo no tengo obligación
como los demás mortales,
de presentar bien cabales
las cuentas del corazón.
Yo siento la persuasión,
la vez que me precipito,
de que voy en pos de un grito
que se dilata en la sombra,
de que me besa y me nombra
la boca de lo Infinito.

3

Yo soy el buen soberano
de todas las almas mustias:
yo consuelo las angustias
de lo inmundo y de lo insano.
Por eso cuando más vano
me yergo sobre mi nada,
si cruza la bocanada
del cubil o del hospicio,
mi gran corazón patricio
se renuncia y anonada.

Yo sufro por el dolor
de la Chusma miserable,
la suprema, la insaciable
maternidad del Amor:
yo siento el mismo fervor
del Cordero Supersanto;
fervor tan profundo y tanto
que tendrá que vaporarme
y en el Oprobio regarme
cual un diluvio de llanto.

Y  como los grandes son
nada más que Chusma vil
que desertó su cubil
por pura combinación,
cuando vuelven al montón
doloridos y maltrechos,
yo les entrego mis pechos
como la Loba Romana…
¡Tan sólo la Bestia Humana
tiene sobre mí derechos!

Y esa Bestia que a la vez,
porque sí, condenan dos:
el mito que hace de Dios
y el Caín que hace de juez;
y esa piltrafa ¡pardiez!
que es virtud apostrofar
de carne de lupanar,
de cañón y de crujía…
¡es la blanca reina mía
para quien he de trovar!

Y  he de ostentar la impureza
de su ingente lodazal,
cual una tiara papal
ciñéndome la cabeza;
y he de inflamar en belleza
su proterva faz estulta;
y ese Catón turbamulta
que por instinto aborrezco,
ha de ajustarse a mi horresco
legislar de catapulta.

4

Yo sé que ser como soy
y estamparle, todavía,
me disloca, me desvía,
me suprime del convoy.
Mas yo en procura no voy
del consuelo universal;
mi gran pulmón ideal
no requiere auscultaciones:
Jesús entre dos ladrones
sintetiza mi moral.

Yo no pienso conjurar
la sociedad que me azota:
ni la sueño como gota,
ni me asusta como mar.
¿Ni quién la podrá pensar
nada más que como nada?
¿Ni quién la vio coronada
sino por pura ficción?
¿Ni quién la dio más razón
que su razón de majada?

Como en seguros corrales
parvos pavipollos pían,
mientras al sol desafían
las águilas imperiales:
los pavipollos mentales
militan en la legión
que murmura en el rincón
del establo de la prosa…
¡cobarde recua sarnosa
que se rasca en la Razón!

Como creemos dormidos
que duros bronces labramos;
como al despertar hallamos
los bronces desvanecidos:
sólo son los redimidos
por cualquier predicación,
duros bronces de ilusión
que no tienen de real
nada más que su infernal
trabajo de forjación.

5

Pero yo no quiero ser
ni rey, ni pauta, ni estrella:
como el hacha y la centella
corto y caigo sin querer:
tengo la pasión de hacer
cual un motor en mi pecho:
voy al caso, voy al hecho
yo no sé por qué pendiente,
como un niño que no siente
que duerme sobre su lecho.

Sólo sé que soy mejor
por lo que me dejan solo:
si lo Mejor es un polo,
no es polo de lo Peor.
De mi estirpe superior
yo no estaría tan cierto,
si no me viese cubierto
de tétricas imposturas,
como el mar y las altura,
las tinieblas y el desierto.

6

Mi hogar, si tuviese hogar,
sería un huerto sellado,
tan solemne, tan aislado
como una roca en el mar.
Nido azul –nido y altar–
todo en él luz y armonía;
pero a la primer falsía…
¡todo en él espanto y duelo,
como si el alma de Otelo
resplandeciese en la mía!

Yo soy de tal condición
que me habrás de maldecir;
porque tendrás que vivir
en eterna humillación.
Soy el gesto, la visión,
el hermano de Luzbel,
que, impotente como él,
como él blasfema y grita:
sobre mi testa gravita
la maldición del laurel.

7

Como las moles del mar
al muro que las encierra,
yo quiero poner la tierra
bajo mis pies y avanzar.
Ser un padre, ser un zar,
todo miel, todo perdón…
¡o ser la Nada en acción
cuyas tenias inhartables
sorbiesen inexorables
sol por sol, la Creación!

Yo soy un palmar plantado
sobre cal y pedregullo:
la floración del Orgullo,
del Orgullo sublimado.
Soy un esporo lanzado
tras la procesión astral;
vil chorlo del pajonal
que al par del águila vuela;
sombra de sombra que anhela
ser una sombra inmortal.

***

Puesto que conoces ya
la filiación, el prontuario
del rimador visionario
que mordiendo angustias va;
y pues que tu alma, quizá,
por ser alma de mujer,
ha de obstinarse en querer
lo que no quiero yo mismo:
sobre la faz del abismo
te mando retroceder.

lunes, 29 de octubre de 2012

La Matrona de éfeso


Cuento incluido en la novela El Satiricón, de Petronio, capítulos 111 y 112.

En Efeso había una matrona con tal fama de honesta que hasta venían las mujeres a conocerla desde países vecinos. Esta matrona perdió a su esposo y no se contentó entonces con ir detrás del cuerpo con los cabellos en desorden, como es costumbre entre el vulgo, ni con golpearse el pecho desnudo ante los ojos de todos, sino que fue detrás de su finado marido hasta su tumba y luego de depositarlo, según la usanza de los griegos, en el hipogeo, se consagró a velar el cuerpo y a llorarlo día y noche. Sus padres y familiares no pudieron hacerla cejar en esa actitud que, llevada a la desesperación, la haría morir de hambre. Hasta los magistrados desistieron del intento al verse rechazados por ella. Todos lloraban casi como muerta a esa mujer que daba ejemplo sin igual consumiéndose desde hacía ya cinco días sin probar bocado. La acompañaba una sirvienta muy fiel que compartía su llanto y renovaba la llama de la lamparilla que alumbraba el sepulcro cuando comenzaba a apagarse. En la ciudad no se hablaba de otra cosa que no fuera de esta abnegación, y hombres de toda condición social la daban como ejemplo único de castidad y amor conyugal.
En ese tiempo el gobernador de la provincia ordenó crucificar a varios ladrones cerca de la cripta donde la matrona lloraba sin interrupción la reciente muerte de su marido. Durante la noche siguiente a la crucifixión, un soldado que vigilaba las cruces para impedir que alguno desclavase los cuerpos de los ladrones para sepultarlos, notó una lucecita que titilaba entre las tumbas y oyó los lamentos de alguien que lloraba. Llevado por la natural curiosidad humana, quiso saber quién estaba allí y qué hacía. Bajó a la cripta y, descubriendo a una mujer de extraordinaria belleza, quedó paralizado de miedo, creyendo hallarse frente a un fantasma o una aparición. Pero cuando vio el cadáver tendido y las lágrimas de la mujer, su rostro rasguñado, se fue desvaneciendo su propia impresión, dándose cuenta de que estaba ante una viuda que no hallaba consuelo. Llevó a la cripta, su magra cena de soldado y comenzó a exhortar a la afligida mujer para que no se dejase dominar por aquel dolor inútil ni llenase su pecho con lamentos sin sentido.
-La muerte -dijo- es el fin de todo lo que vive: el sepulcro es la íntima morada de todos.
Acudió a todo lo que suele decirse para consolar las almas transitadas de dolor. Pero esos consejos de un desconocido la exacerbaban en su padecer y se golpeaba más duramente el pecho, se arrancaba mechones de cabellos y los arrojaba sobre el cadáver. El soldado, sin desanimarse, insistió, tratando de hacerle probar su cena. Al fin la sirvienta, tentada por el olorcito del vino, no pudo resistir la invitación y alargó la mano a lo que les ofrecía, y cuando recobró las fuerzas con el alimento y la bebida, comenzó á atacar la terquedad de su ama:
-¿De qué te servirá todo esto? -le decía-. ¿Qué ganas con dejarte morir de hambre o enterrada, entregando tu alma antes que el destino la pida? Los despojos de los muertos no piden locuras semejantes. Vuelve a la vida. Deja de lado tu error de mujer y goza, mientras sea posible, de la luz del cielo. El mismo cadáver que está allí tiene que bastarte para que veas lo bella que es la vida. ¿Por qué no escuchas los consejos de un amigo que te invita a comer algo y no dejarte morir? .
Al fin la viuda, agotada por los días de ayuno, depuso su obstinación y comió y bebió con la misma ansiedad con que lo había hecho antes la sirvienta.
Se sabe que un apetito satisfecho produce otros. El soldado, entusiasmado con su primer éxito, cargó contra su virtud con argumentos semejantes.
-No es mal parecido ni odioso este joven- se decía la matrona, que además era acuciada por la sirvienta que le repetía:
-¿Te resistirás a un amor tan dulce? ¿Perderás los años de juventud? ¿A qué esperar más tiempo?
La mujer, después de haber satisfecho las necesidades de su estómago, no dejó de satisfacer este apetito... y el soldado tuvo dos triunfos. Se acostaron juntos no sólo esa noche sino también el día siguiente y el otro, cerrando bien las puertas de la cripta de modo que si pasase por allí tanto un familiar como un desconocido, creyeran que la fiel mujer había muerto sobre el cadáver de su esposo. El soldado, fascinado por la hermosura de la mujer y por lo misterioso de estos amores, compraba de todo lo mejor que su bolsa le permitía y al caer la noche lo llevaba al sepulcro.
Pero he aquí que los parientes de uno de los ladrones, notando la falta de vigilancia nocturna, descolgaron su cadáver y lo sepultaron. El soldado, al hallar al otro día una de las cruces sin muerto, temeroso del suplicio que le aguardaría, contó lo ocurrido a la viuda:
-No, no -le dijo- no esperaré la condena. Mi propia espada, adelantándose á la sentencia del juez, castigará mi descuido. Te pido, mi amada, que una vez muerto me dejes en esta tumba. Pon a tu amante junto a tu marido.
Pero la mujer, tan compasiva como virtuosa, le respondió:
-¡Que los dioses me libren de llorar la muerte de los dos hombres que más he amado! ¡Antes crucificar al muerto que dejar morir al vivo!
Una vez dichas estas palabras, le hizo sacar el cuerpo de su esposo del sepulcro y colgarlo en la cruz vacía. El soldado usó el ingenioso recurso y al día siguiente el pueblo admirado se preguntaba cómo un muerto había podido subir hasta la cruz.

Texto Latino:[CXI] "Matrona quaedam Ephesi tam notae erat pudicitiae, ut vicinarum quoque gentium feminas ad spectaculum sui evocaret. Haec ergo cum virum extulisset, non contenta vulgari more funus passis prosequi crinibus aut nudatum pectus in conspectu frequentiae plangere, in conditorium etiam prosecuta est defunctum, positumque in hypogaeo Graeco more corpus custodire ac flere totis noctibus diebusque coepit. Sic adflictantem se ac mortem inedia persequentem non parentes potuerunt abducere, non propinqui; magistratus ultimo repulsi abierunt, complorataque singularis exempli femina ab omnibus quintum iam diem sine alimento trahebat. Adsidebat aegrae fidissima ancilla, simulque et lacrimas commodabat lugenti, et quotienscumque defecerat positum in monumento lumen renovabat. "Una igitur in tota civitate fabula erat: solum illud adfulsisse verum pudicitiae amorisque exemplum omnis ordinis homines confitebantur, cum interim imperator provinciae latrones iussit crucibus affigi secundum illam casulam, in qua recens cadaver matrona deflebat.
"Proxima ergo nocte, cum miles, qui cruces asservabat, ne quis ad sepulturam corpus detraheret, notasset sibi lumen inter monumenta clarius fulgens et gemitum lugentis audisset, vitio gentis humanae concupiit scire quis aut quid faceret. Descendit igitur in conditorium, visaque pulcherrima muliere, primo quasi quodam monstro infernisque imaginibus turbatus substitit; deinde ut et corpus iacentis conspexit et lacrimas consideravit faciemque unguibus sectam, ratus (scilicet id quod erat) desiderium extincti non posse feminam pati, attulit in monumentum cenulam suam, coepitque hortari lugentem ne perseveraret in dolore supervacuo, ac nihil profuturo gemitu pectus diduceret: 'omnium eumdem esse exitum et idem domicilium' et cetera quibus exulceratae mentes ad sanitatem revocantur.
"At illa ignota consolatione percussa laceravit vehementius pectus, ruptosque crines super corpus iacentis imposuit. Non recessit tamen miles, sed eadem exhortatione temptavit dare mulierculae cibum, donec ancilla, vini odore corrupta, primum ipsa porrexit ad humanitatem invitantis victam manum, deinde retecta potione et cibo expugnare dominae pertinaciam coepit et: 'Quid proderit, inquit, hoc tibi, si soluta inedia fueris, si te vivam sepelieris, si antequam fata poscant indemnatum spiritum effuderis? Id cinerem aut manes credis sentire sepultos? Vis tu reviviscere! Vis discusso muliebri errore! 

Quam diu licuerit, lucis commodis frui! Ipsum te iacentis corpus admonere debet ut vivas.' "Nemo invitus audit, cum cogitur aut cibum sumere aut vivere. 
Itaque mulier aliquot dierum abstinentia sicca passa est frangi pertinaciam suam, nec minus avide replevit se cibo quam ancilla, quae prior victa est. 
[CXII] "Ceterum, scitis quid plerumque soleat temptare humanam satietatem. Quibus blanditiis impetraverat miles ut matrona vellet vivere, iisdem etiam pudicitiam eius aggressus est. Nec deformis aut infacundus iuvenis castae videbatur, conciliante gratiam ancilla ac subinde dicente: 

'Placitone etiam pugnabis amori?' 
"Quid diutius moror? Jacuerunt ergo una non tantum illa nocte, qua nuptias fecerunt, sed postero etiam ac tertio die, praeclusis videlicet conditorii foribus, ut quisquis ex notis ignotisque ad monumentum venisset, putasset expirasse super corpus viri pudicissimam uxorem. 
"Ceterum, delectatus miles et forma mulieris et secreto, quicquid boni per facultates poterat coemebat et, prima statim nocte, in monumentum ferebat. Itaque unius cruciarii parentes ut viderunt laxatam custodiam, detraxere nocte pendentem supremoque mandaverunt officio. At miles circumscriptus dum desidet, ut postero die vidit unam sine cadavere crucem, veritus supplicium, mulieri quid accidisset exponit: 'nec se expectaturum iudicis sententiam, sed gladio ius dicturum ignaviae suae. Commodaret ergo illa perituro locum, et fatale conditorium familiari ac viro faceret.' Mulier non minus misericors quam pudica: 'Ne istud, inquit, dii sinant, ut eodem tempore duorum mihi carissimorum hominum duo funera spectem. Malo mortuum impendere quam vivum occidere.' Secundum hanc orationem iubet ex arca corpus mariti sui tolli atque illi, quae vacabat, cruci affigi. "Usus est miles ingenio prudentissimae feminae, posteroque die populus miratus est qua ratione mortuus isset in crucem." 

sábado, 15 de septiembre de 2012

Desde la torre - Francisco de Quevedo


Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Los Justos (Borges)


Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

sábado, 8 de septiembre de 2012

THE LITTLE BOY - Helen E. Buckley



Once a little boy went to school.
One morning, when the little boy had been in school a while, his teacher said:
“Today we are going to make a picture.”
“Good!” thought the little boy. He liked to make pictures. He could make all kinds. Lions and tigers, Chickens and cows, trains and boats, and he took out his box of crayons and began to draw.

But the teacher said: “Wait! It is not time to begin!”
And she waited until everyone looked ready.

“Now,” said the teacher, “We are going to make flowers.”
“Good!” thought the little boy, he liked to make flowers, and he began to make beautiful ones with his pink and orange and blue crayons.

But the teacher said “Wait! And I will show you how.”  And it was red with a green stem.
“There,” said the teacher, “Now you may begin.”


The little boy looked at the teacher’s.
Then he looked at this own flower.

He liked his flower better than the teacher’s.  But he did not say this.  He just turned his paper over.
And made a flower like the teacher’s.  It was red with a green stem.

On another day, when the little boy had opened the door from the outside all by himself, the teacher said: “Today we are going to make something with clay.”
“Good!” thought the little boy. Snakes and snowmen, elephants and mice, cars, and trucks, and he began to pull and pinch his ball of clay.

But the teacher said: “Wait!”  It is not time to begin!” And she waited until everyone looked ready.

“Now,” said the teacher, “We are going to make a dish.”


He liked to make dishes.  And he began to make some that were all shapes and sizes.

But the teacher said, “Wait!  And I will show you how.”  And she showed everyone how to make a deep dish.  “There,” said the teacher.  “Now you may begin.”

The little boy looked at the teacher’s dish, then he looked at his own.  He liked his dish better than the teacher’s.  But he did not say this.  He just rolled his clay into a big ball again.  And made a dish like the teacher’s.  It was a deep dish.

And pretty soon the little boy learned to wait, and to watch and to make things just like the teacher.  And pretty soon he didn’t make things of his own anymore.

Then it happened that the little boy and his family moved to another house, in another city, and the little boy had to go to another school.

And the very first day he was there the teacher said: “Today we are going to make a picture.”
“Good!”  Thought the little boy and he waited for the teacher to tell him what to do.
But the teacher didn’t say anything.  She just walked around the room.
When she came to the little boy she said, “Don’t you want to make a picture?”
“Yes,” said the little boy.
“What are we going to make?”
“I don’t know until you make it,” said the teacher.
 “How shall I make it?” asked the little boy.
“Why, any way you like,” said the teacher.
“Any color?” asked the little boy.
“Any color,” said the teacher.
“If everyone made the same picture, and the used the same colors, how would I know who made what?”
“I don’t know,” said the little boy.

And he began to make a red flower with a green stem.


The House of Judgement - Oscar Wilde



And there was silence in the House of Judgment, and the Man came naked before God.
And God opened the Book of the Life of the Man.
And God said to the Man, `Thy life hath been evil, and thou hast shown cruelty to those who were in need of succour, and to those who lacked help thou hast been bitter and hard of heart. The poor called to thee and thou didst not hearken, and thine ears were closed to the cry of My afflicted. The inheritance of the fatherless thou didst take unto thyself and thou didst send the foxes into the vineyard of thy neighbour's field. Thou didst take the bread of the children and give it to the dogs to eat, and My lepers who lived in the marshes, and were at peace and praised Me, thou didst drive forth on to the highways, and on Mine earth out of which I made thee thou didst spill innocent blood.'
And the Man made answer and said, `Even so did I.'
And again God opened the Book of the Life of the Man.
And God said to the Man, `Thy life hath been evil, and the Beauty I have shown thou hast sought for, and the Good I have hidden thou didst pass by. The walls of thy chamber were painted with images, and from the bed of thine abominations thou didst rise up to the sound of flutes. Thou didst build seven altars to the sins I have suffered, and didst eat of the thing that may not be eaten, and the purple of thy raiment was broidered with the three signs of shame. Thine idols were neither of gold nor of silver that endure, but of flesh that dieth. Thou didst stain their hair with perfumes and put pomegranates in their hands. Thou didst stain their feet with saffron and spread carpets before them. With antimony thou didst stain their eyelids and their bodies thou didst smear with myrrh. Thou didst bow thyself to the ground before them, and the thrones of thine idols were set in the sun. Thou didst show to the sun thy shame and to the moon thy madness.'
And the Man made answer and said, `Even so did I.'
And a third time God opened the Book of the Life of the Man.
And God said to the Man, `Evil hath been thy life, and with evil didst thou requite good, and with wrongdoing kindness. The hands that fed thee thou didst wound, and the breasts that gave thee suck thou didst despise. He who came to thee with water went away thirsting, and the outlawed men who hid thee in their tents at night thou didst betray before dawn. Thine enemy who spared thee thou didst snare in an ambush and the friend who walked with thee thou didst sell for a price, and to those who brought thee Love thou didst ever give Lust in thy turn.'
And the Man made answer and said, `Even so did I.'
And God closed the Book of the Life of the Man, and said, `Surely I will send thee into Hell. Even into Hell will I send thee.'
And the Man cried out, `Thou canst not.'
And God said to the Man, `Wherefore can I not send thee to Hell, and for what reason?'
`Because in Hell have I always lived,' answered the Man.
And after a space God spake, and said to the Man, `Seeing that I may not send thee into Hell, surely I will send thee unto Heaven. Even unto Heaven will I send thee.'
And the Man cried out, `Thou canst not.'
And God said to the Man, `Wherefore can I not send thee unto Heaven, and for what reason?'
`Because never, and in no place, have I been able to imagine it,' answered the Man.
And there was silence in the House of Judgment.