sábado, 15 de enero de 2011

La eñe también es gente


La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní? "La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo.

Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.


Cita de Alicia en el País de las Maravillas


-¡Ah! En ese caso no vas en realidad a una buena escuela- dijo la Falsa Tortuga en tono de alivio-. En nuestra escuela había clases especiales de francés, música y lavado.

-No sé para qué le servían- observó Alicia-, viviendo en el fondo del mar.

-Yo no tuve ocasión de aprender eso- dijo la Falsa Tortuga con un suspiro- . Sólo asistía a las clases comunes.

-¿Y cuáles eran ésas?- preguntó Alicia, interesada.

-Nos enseñaban a beber y a escupir, naturalmente. Y también las diversas materias de aritmética: a saber, fumar, reptar, feificar y, sobre todo, la dimisión.

-Jamás oí la palabra "feificar"- respondió Alicia.

Sorprendido, el Grifo se alzó sobre dos patas.

-¡Cómo! ¿Nunca aprendiste a feificar? Al menos sabrás lo que significa "embellecer".

-Pues... eso sí; quiere decir algo más bello de lo que es.

-Entonces- respondió el Grifo con tono triunfal-, si no sabes lo que quiere decir "feificar", es que eres completamente tonta.

Con este comentario le cerró la boca a Alicia, que ya no se atrevió a seguir preguntando lo que significaban las cosas y dijo a la Flasa Tortuga:

-¿Y qué otras cosas aprendías en esa escuela?

-Aprendía Histeria, histeria antigua y moderna. También Mareografía y Bidujo. El profesor era un congrio que venía a darnos clases una vez por semana y que nos enseñó eso, más otras cosas como la Tintura al bóleo.

-¿Y qué es eso?- preguntó Alicia.

-Ahora no puedo hacerte una demostración, ya que estoy en muy mala forma- respondió la Falsa Tortuga-. Y el Grifo, como él mismo podrá decirte, nunca aprendió a tintar al bóleo.

-Yo nunca tenía tiempo suficiente- se excusó el Grifo-. Pero sí que iba a las clases de Letras. Y teníamos un maestro que era un gran maestro, un viejo cangrejo.

-Nunca fui a sus clases- dijo la Flasa Tortuga lloriqueando-, dicen que enseñaba patín y riego.


Cita de Alicia en el País de las Maravillas

-¿Serviría de algo ahora -se preguntó Alicia- dirigir la palabra a este ratón? Todo es tan extraordinario aquí abajo, que no me sorprendería nada que pudiera hablar. De todos modos, nada se pierde por intentarlo.- Así pues, Alicia empezó a decirle: -Dígame, Ratón, ¿sabe usted cómo salir de este charco? ¡Me cansa esto de andar nadando de un lado a otro, oh, Ratón!

Ella pensó que éste sería el modo correcto de dirigirse a un ratón; nunca había visto antes una situación parecida, pero recordó haber leído en la Gramática Latina de su hermano: "el ratón - del ratón - al ratón - para el ratón - ¡oh, ratón!"