miércoles, 6 de octubre de 2010

El ballet de los faroleros

El séptimo día fue, pues, la Tierra.

La Tierra no es un planeta cualquiera. Se encuentran allí ciento once reyes (sin olvidar, sin duda, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de ebrios, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas grandes.

Para daros una idea de las dimensiones de la Tierra os diré que antes de la invención de la electricidad se debía mantener, en el conjunto de seis continentes, un verdadero ejército de cuatrocientos sesenta y dos mil quinientos faroleros.

Vistos desde lejos hacían un efecto espléndido. Los movimientos de este ejército estaban organizados como los de un ballet de ópera. Primero era el turno de los faroleros de Nueva Zelandia y de Australia. Una vez alumbradas sus lamparillas, se iban a dormir. Entonces entraban en el turno de la danza los faroleros de China y de Serbia. Luego, también se escabullían entre los bastidores. Entonces era el turno de los faroleros de Rusia y de las Indias. Luego los de África y Europa. Luego los de América del Sud. Luego los de América del Norte. Y nunca se equivocaban en el orden de entrada en escena. Era grandioso.

Solamente el farolero del único farol del Polo Norte y su colega del único farol del Polo Sud llevaban una vida ociosa e indiferente: trabajaban dos veces por año.

[De: El Principito]

lunes, 4 de octubre de 2010

Te regalo las estrellas...

-No se ve lo que es importante...

-Seguramente...

-Es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.

-Seguramente.

-Por la noche mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo...

Volvió a reír.

-¡Ah!, hombrecito... hombrecito... ¡Me gusta oír tu risa!

-Precisamente, será mi regalo... Será como con el agua...

-¿Qué quieres decir?

-Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.

-¿Qué quieres decir?

-Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!

Y volvió a reír.

-Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás la ventana, así, por placer... Y tus amigos se asombrarán al verte reír mirando el cielo. Entonces les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacen reír", y ellos te creerán loco. Te habré hecho una mala jugada...

Y volvió a reír:

-Será como si te hubiera dado, en lugar de estrellas, un montón de cascabelitos que saben reír...

[de El Principito]