sábado, 10 de noviembre de 2012

Canción de un hombre


Para una joven…
Me pides versos y quiero,
sin pomerme ni quitarme,
para tu bien demostrarme
tal como soy, todo entero.
Pues conjeturo y espero
que la faz de Dios al ver,
comenzarás a romper
el camarín encantado
donde le tiene guardado
tu corazón de mujer.

1

Yo soy el negro pinar,
cuyo colosal ramaje,
cual un colosal cordaje
no cesa de resonar.
Soy el ponto, soy el mar
Solemne, augusto, perverso;
la cuerda, la rima, el verso,
la placa donde resuena
la profunda, la serena
rotación del Universo.

Yo soy la trágica flor
con cuya sutil esencia
corta y alarga la Ciencia
los dominios del dolor.
Yo soy Profeta Mayor,
augur, oráculo griego;
y abrazo y alumbro y ciego
con mi triunfal llamarada,
cual una zarza inflamada,
cual una inscripción de fuego.

Yo voy con el alma ufana
por más dolor que me oprima:
yo marcho por más que gima
toda mi miseria humana.
Yo siempre tuve por vana
la lengua de la opinión;
yo no indago la razón
del can ladrando a mi sombra:
yo me río y hago alfombra
de cualquier admiración.

Yo voy en recta fatal
hacia mi primer deseo;
yo no palo, yo no veo
los muros de lo real;
jamás la fiebre carnal
conturbó mi luz interna;
ni por feroz, ni por tierna,
la pasión me deja rastro...
¡yo gravito como un astro
dentro de la Paz Eterna!

Yo busco el Bien sin criterio
como se desliza un río;
y me retuerzo bravío
cual un ínfimo bacterio,
o reboto en el Misterio
cual un sistema solar...
¡Produciéndome al azar
de la súplica primera,
por más razonar que quiera
jamás podré razonar!

Yo consigo la Verdad,
sin compás, sin ley, a pulso:
yo procedo por impulso
de la Gran Fatalidad.
Yo a la vieja Humanidad
la conflicto, la desgarro:
con las llantas de mi carro
de surcos hondos la lleno,
cual si rodase sin freno
por una pampa de barro.

2

Y como el negro pinar
cuando se pone a gemir,
ni pretende seducir,
ni pretende amedrentar,
yo no intento gobernar
las riendas del corazón;
pero yo no sé qué don,
qué providencia, qué ley
me habrán consagrado rey
del Reino de la Emoción.

Por mí tal vez retrocedan
los tiempos meditabundos,
como abren plaza los mundos
para que los mundos rueden,
como se licúan y ceden
los hielos bajo el calor,
como bregan sin rumor
las fuerzas universales,
porque rían los rosales
con los labios en flor.

Por no sé qué maldición
yo nací con una estrella,
como nacieron con ella
Moisés, Jesús y Nerón.
Para mi modelación
tuvo Dios un ideal;
pues me consumó cabal,
ras a ras de mi destino,
cual pudiera un asesino
labrar su propio puñal.

Yo no tengo obligación
como los demás mortales,
de presentar bien cabales
las cuentas del corazón.
Yo siento la persuasión,
la vez que me precipito,
de que voy en pos de un grito
que se dilata en la sombra,
de que me besa y me nombra
la boca de lo Infinito.

3

Yo soy el buen soberano
de todas las almas mustias:
yo consuelo las angustias
de lo inmundo y de lo insano.
Por eso cuando más vano
me yergo sobre mi nada,
si cruza la bocanada
del cubil o del hospicio,
mi gran corazón patricio
se renuncia y anonada.

Yo sufro por el dolor
de la Chusma miserable,
la suprema, la insaciable
maternidad del Amor:
yo siento el mismo fervor
del Cordero Supersanto;
fervor tan profundo y tanto
que tendrá que vaporarme
y en el Oprobio regarme
cual un diluvio de llanto.

Y  como los grandes son
nada más que Chusma vil
que desertó su cubil
por pura combinación,
cuando vuelven al montón
doloridos y maltrechos,
yo les entrego mis pechos
como la Loba Romana…
¡Tan sólo la Bestia Humana
tiene sobre mí derechos!

Y esa Bestia que a la vez,
porque sí, condenan dos:
el mito que hace de Dios
y el Caín que hace de juez;
y esa piltrafa ¡pardiez!
que es virtud apostrofar
de carne de lupanar,
de cañón y de crujía…
¡es la blanca reina mía
para quien he de trovar!

Y  he de ostentar la impureza
de su ingente lodazal,
cual una tiara papal
ciñéndome la cabeza;
y he de inflamar en belleza
su proterva faz estulta;
y ese Catón turbamulta
que por instinto aborrezco,
ha de ajustarse a mi horresco
legislar de catapulta.

4

Yo sé que ser como soy
y estamparle, todavía,
me disloca, me desvía,
me suprime del convoy.
Mas yo en procura no voy
del consuelo universal;
mi gran pulmón ideal
no requiere auscultaciones:
Jesús entre dos ladrones
sintetiza mi moral.

Yo no pienso conjurar
la sociedad que me azota:
ni la sueño como gota,
ni me asusta como mar.
¿Ni quién la podrá pensar
nada más que como nada?
¿Ni quién la vio coronada
sino por pura ficción?
¿Ni quién la dio más razón
que su razón de majada?

Como en seguros corrales
parvos pavipollos pían,
mientras al sol desafían
las águilas imperiales:
los pavipollos mentales
militan en la legión
que murmura en el rincón
del establo de la prosa…
¡cobarde recua sarnosa
que se rasca en la Razón!

Como creemos dormidos
que duros bronces labramos;
como al despertar hallamos
los bronces desvanecidos:
sólo son los redimidos
por cualquier predicación,
duros bronces de ilusión
que no tienen de real
nada más que su infernal
trabajo de forjación.

5

Pero yo no quiero ser
ni rey, ni pauta, ni estrella:
como el hacha y la centella
corto y caigo sin querer:
tengo la pasión de hacer
cual un motor en mi pecho:
voy al caso, voy al hecho
yo no sé por qué pendiente,
como un niño que no siente
que duerme sobre su lecho.

Sólo sé que soy mejor
por lo que me dejan solo:
si lo Mejor es un polo,
no es polo de lo Peor.
De mi estirpe superior
yo no estaría tan cierto,
si no me viese cubierto
de tétricas imposturas,
como el mar y las altura,
las tinieblas y el desierto.

6

Mi hogar, si tuviese hogar,
sería un huerto sellado,
tan solemne, tan aislado
como una roca en el mar.
Nido azul –nido y altar–
todo en él luz y armonía;
pero a la primer falsía…
¡todo en él espanto y duelo,
como si el alma de Otelo
resplandeciese en la mía!

Yo soy de tal condición
que me habrás de maldecir;
porque tendrás que vivir
en eterna humillación.
Soy el gesto, la visión,
el hermano de Luzbel,
que, impotente como él,
como él blasfema y grita:
sobre mi testa gravita
la maldición del laurel.

7

Como las moles del mar
al muro que las encierra,
yo quiero poner la tierra
bajo mis pies y avanzar.
Ser un padre, ser un zar,
todo miel, todo perdón…
¡o ser la Nada en acción
cuyas tenias inhartables
sorbiesen inexorables
sol por sol, la Creación!

Yo soy un palmar plantado
sobre cal y pedregullo:
la floración del Orgullo,
del Orgullo sublimado.
Soy un esporo lanzado
tras la procesión astral;
vil chorlo del pajonal
que al par del águila vuela;
sombra de sombra que anhela
ser una sombra inmortal.

***

Puesto que conoces ya
la filiación, el prontuario
del rimador visionario
que mordiendo angustias va;
y pues que tu alma, quizá,
por ser alma de mujer,
ha de obstinarse en querer
lo que no quiero yo mismo:
sobre la faz del abismo
te mando retroceder.